4 de octubre de 2025

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Adultos mayores y solidarios 

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Más de 80 adultos mayores integran el grupo de voluntarios que trabajan en el Banco de Alimentos de la Ciudad. En el marco del Día Internacional de las Personas de Edad, el director de la organización, Fernando Uranga, destacó que quienes “brindan su experiencia, sus vivencias y su gran solidaridad, nos enseñan cada jornada la inmensa capacidad que tienen”.

“Todas las semanas participan, junto a grupos de chicas y chicos de colegios que se suman al voluntariado, en la clasificación de alimentos, que no solo llegan a niños, sino también a otros adultos mayores que los reciben con mucha alegría. Este encuentro intergeneracional, donde se ayudan mutuamente, es una experiencia profundamente transformadora para nuestra institución”, afirmó.

El Banco de Alimentos Buenos Aires (BA) es una organización sin fines de lucro que desde hace 24 años trabaja en la lucha contra el hambre bajo el lema “Menos Hambre Más Futuro”. Para eso, solicitan donaciones de alimentos que almacenan, clasifican y distribuyen entre comedores y organizaciones ubicados en la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. De esta manera, colabora con la alimentación de más de 360.000 personas por día.

La organización cuenta con 450 voluntarios estables que se dedican a clasificar los alimentos u ocuparse de distintas tareas administrativas. De ese total, más de 80 de los voluntarios son personas que tienen entre 65 y más de 80 años.

Víctor Mohadeb, 86 años, llegó como voluntario al Banco hace 7 años. Luego de que falleciera su esposa, Víctor “se sintió perdido” y empezó a hacer trabajos solidarios: primero en el Hospital de Clínicas, después en una fundación y más tarde en otro hospital en San Isidro. “Y al tiempo llegué al Banco de Alimentos Buenos Aires y pedí que me enseñaran el trabajo. El Banco es un lugar donde hay mucho cariño y eso nos ayuda a trabajar mucho mejor», cuenta.

Para Víctor, el trabajo “es un disfrute”. “Al punto de que cuando no venimos, nos falta algo. Buscamos canciones para cantar mientras trabajamos. Es convertir un trabajo en algo muy hermoso, haciendo algo valioso, que aporta”, asegura.

Clara Auguste es arquitecta, tiene 74 años y se sumó al Banco hace una década. “Cuando me jubilé comencé a ayudar a un grupo de abuelitos que tienen una agrupación que hace juguetes y ellos me dijeron que me sume al Banco”, recuerda. Clara empezó como directora del taller de juguetes y siguió con otras actividades. Como le gustó, dijo, “una vez que empecé, no lo quise largar más”.

Liliana Rodríguez es voluntaria hace apenas un año y medio, pero va al Banco tres veces por semana. “Al salir de acá me siento un poco cansada y llena de satisfacción por ser a la vez útil y ayudar. Vivo cerca y veía cómo se construía el Banco de Alimentos. Cuando se abrió la convocatoria de voluntarios en vacaciones de invierno, dije: ¡voy!”, aseguró.

Liliana alienta a otros a que se sumen a la tarea solidaria para “estar en movimiento, dar y sentir que estás viva”. Además, agregó, “se generan vínculos porque nos une la misma iniciativa”.

“El Banco es un espacio de puertas abiertas donde toda persona que quiera sumarse a colaborar siempre es bienvenida. Así llegaron los voluntarios de la tercera edad, cuando sintieron que querían transformar su tiempo en ayuda. Con el paso de los años, se fueron formando grupos de amistad que aún perduran, y algunos de ellos colaboran con nosotros desde hace más de 10 años”, contó Anabella Blanco, responsable de Recursos Humanos y Voluntariado de Banco de Alimentos de Buenos Aires

La propuesta central del voluntariado, añadió Blanco, es “contribuir a la clasificación de alimentos y productos de higiene y limpieza, garantizando que lleguen en óptimas condiciones a quienes más lo necesitan”. “En esa tarea existe la oportunidad no solo cubrir una necesidad concreta de la organización, sino también generar un espacio de encuentro. Es por ello, que se empezó a organizar jornadas de clasificación con pequeños grupos, y con el tiempo la propuesta fue creciendo hasta convertirse en el corazón del voluntariado en el Banco”, dijo.

Mariana Kesselman, psicóloga, máster en gerontología social por la UAM (España) y coordinadora del Centro Kesselman, destacó la importancia del “envejecimiento activo” para la salud y remarcó que el voluntariado “contribuye a la salud física y mental, combatiendo el aislamiento y la depresión”.

Y sostuvo: “El trabajo social preserva y mejora las capacidades cognitivas y sociales. Al compartir experiencia y conocimiento, los adultos mayores se sienten reconocidos y valorados. Fomenta el sentido de pertenencia y la conexión intergeneracional”.

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