A los 82 años, y luego de más de seis décadas de trayectoria en los medios, la escritora, periodista y figura de la cultura argentina, Gigliola Zecchin, conocida popularmente como Canela, reveló por primera vez que fue víctima de abuso sexual durante su niñez, en Italia.
El relato tuvo lugar durante una entrevista televisiva con el periodista Luis Novaresio, en el canal A24, y fue motivada por el proceso de escritura de su último libro. “Tenía que dar testimonio en nombre de todos los que no lo pueden decir”, reflexionó durante la nota.
Canela relató por primera vez cómo vivió en silencio ese episodio , y cómo la escritura se transformó en su vía de expresión y recuperación. “Yo fui abusada, nunca lo pude contar hasta ahora”, dijo la ex conductora de televisión, quien eligió dar a conocer su experiencia para, según contó, dar voz a quienes no pueden hacerlo.
Nacida en 1942 en Vicenza, en plena Segunda Guerra Mundial, Canela creció en un contexto atravesado por la precariedad. Su padre murió cuando ella era pequeña, y su madre —como muchas mujeres solas en la Europa de la posguerra— debió tomar decisiones difíciles para la supervivencia de sus hijos. En 1951, cuando Gigliola tenía 9 años, la familia emigró a la Argentina, y se instaló primero en Córdoba.
“Cuando llegamos, para nosotros esto era América. No sabíamos que era la Argentina”, recordó Zecchin.
Pero antes de esa mudanza definitiva, ocurrió el episodio que Canela se decidió a hacer público más de 70 años después. El abuso sexual que sufrió en su infancia tuvo lugar en un contexto que ella describe como un “ámbito de abandono”: un lugar donde fue dejada momentáneamente, como tantas veces ocurre en situaciones de emergencia, pobreza o desplazamiento: “Fue en esos límites que plantea el hambre, la guerra, el miedo, lo que fuese… cualquiera de las cosas que hacen que una madre deje a su hijo en un lugar poco conocido. Y bueno, allí fui abusada.”
“La manera en que lo cuento tiene que ver con la niña que nunca abrió los ojos (…) Tengo muy presente lo siniestro de ese lugar: las gallinas, un gallo que las perseguía, el olor a cebolla. Todo lo tengo grabado.”
A lo largo de su vida, Canela no había hablado nunca de esa experiencia. Ni con amigos, ni con terapeutas, ni con sus hijos. “Era una forma de preservarme”, explicó durante la entrevista.
Recién ahora, a través de la escritura, pudo conectar con ese recuerdo y darle forma. El disparador fue su reciente libro “La niña que no vio los besos”, donde reconstruye su historia familiar, su nacimiento en medio de la guerra y los primeros años marcados por la desprotección.
“Conté que sufrí un abuso porque surgió de la escritura. Yo no hablé nunca con nadie de esta experiencia cuando era niña, tan pequeña. Simplemente fluyó y sentí que tenía hoy que dar testimonio en nombre de todos los niños que sufren abuso y que no lo pueden decir”, explicó Canela durante la nota.
“Me preguntaba qué hubiera pasado si lo contaba antes… Tenía tanto terror, me sentía tan invadida por algo que me resultaba monstruoso, que ni siquiera pensé que era una persona”, dijo la periodista.
Tras llegar a Argentina, Canela estudió Letras y luego se formó como locutora. Pronto se convirtió en una figura pionera en el periodismo cultural, con una presencia constante y distintiva en la radio y televisión desde los años 60.
Su estilo durante las entrevistas fue una marca registrada de programas como Buenas tardes, mucho gusto, La gallina verde, Para crecer, La otra tierra, La luna de Canela, en Radio Nacional, y Colectivo imaginario (su último ciclo televisivo).
Entre 1991 y diciembre de 2000, condujo también el programa Generaciones en Radio Nacional, una propuesta de periodismo cultural producida junto a su hija Aldana Duhalde, el magazine Café con Canela (junto a María Rosa Grandinetti y Clara Zappettini), De igual a igual.
A partir de 2001, asumió la conducción del programa Colectivo Imaginario y, entre enero y marzo de 2004, produjo y emitió la serie documental Retratos Argentinos, centrada en personalidades de la cultura nacional, ciclo que se repitió en el verano de 2005.
Recibió premios como el Martín Fierro, el Konex, el Santa Clara de Asís, y fue distinguida con la Orden de Caballero del Estado Italiano y declarada Personalidad Destacada de la Cultura por la ciudad de Buenos Aires. En su ciudad natal, Vicenza, le otorgaron la Medalla de Oro.
Pero además de su carrera en medios, Canela se consolidó como autora de ficción y no-ficción. Publicó más de 40 libros, la mayoría de ellos de literatura infantil y juvenil. Obras como Marisa que borra (incluida en el catálogo White Ravens del IBBY), Para cuando llueve, Boca de sapo, Barco pirata, la serie LOLA y la colección Mona Lisa marcaron generaciones de lectores infantiles.
También escribió para adultos, incursionando en la poesía y el ensayo. Entre sus títulos se destacan Paese (publicado en 2001 y traducido al italiano por la Universidad de Siena), Arte povera, y su próximo libro en preparación: Caja Dolora.
En el ámbito editorial, Canela fue directora del Departamento de Literatura para Niños y Jóvenes en Editorial Sudamericana entre 1987 y 2002. Durante ese período, concibió doce colecciones y editó más de 250 títulos, impulsando la literatura infantil y juvenil en Argentina.
“Le quise poner el femenino al dolor, porque somos nosotras las que parimos con dolor”, explicó sobre ese nuevo título, Caja Dolora, que también parece estar atravesado por la necesidad de nombrar lo no dicho. El objetivo de este relato que surgió en medio de la entrevista fue “dar testimonio en nombre de quienes no pueden hacerlo”, concluyó.
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