El “Doctor Chinaski” fue la punta más visible que destapó una vez más una olla de nombres de varones, analistas y docentes que, desde esos pedestales, cometen desde faltas éticas hasta delitos penales, bajo la mirada distraída de las instituciones que deberían regular sus actividades. El conflicto comenzó cuando el psicólogo e influencer Javier Pérez, conocido como Dr. Chinaski, afirmó en un programa de streaming que “es más fácil ponerla que pedir una pizza”, en el marco de un diálogo sobre su profesión y la forma en que percibe a sus pacientes. Aquella frase derivó en una serie de denuncias y hoy la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER) —donde se desempeña como docente— y la Justicia, buscan reunir antecedentes.
La secuencia generó una repercusión masiva y desató una ola de testimonios espontáneos, algunos públicos, otros privados, de personas —mayormente mujeres— que comenzaron a relatar distintas formas de abuso sufridas en el marco de tratamientos psi: psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas.
La Red Federal de Psicólogas y Psicoanalistas contra los Abusos y Violencias Sexistas en el Ámbito Psi recibió una catarata de testimonios, muchos más de lo habitual, provenientes de todo el país. “Los relatos impactan, duelen; están plagados de aberraciones y violencias de todo tipo: falta absoluta de cuidado, humillaciones, manipulaciones y crueldades”, señalaron desde la Red en un comunicado.
«Ponerla en fácil»
Pérez había declarado durante el streaming: “Ponerla es lo más fácil que hay. Es más fácil ponerla que pedir una pizza. Los psicoanalistas lidiamos con eso permanentemente, porque cada vez que viene una chica que se autopercibe linda al consultorio, más temprano que tarde te propone pasar a otra cosa en lugar del análisis. Te quieren garchar.”
“Todas las testimoniantes coinciden en que lo de Pérez fue el modo de romper el silencio y que no habría habido otra manera de que esto tomara estado público. Hay otros colegas denunciados, pero las denuncias se pierden en los laberintos e impunidades de la justicia y de las instituciones, incluso de los colegios de psicólogos”, señalaron desde la Red.
A partir de la ola de denuncias, un fiscal decidió actuar de oficio en Paraná. Y las secretarías de género, junto con los colegios de psicólogos de Rosario, Entre Ríos, Mendoza y otras provincias, emitieron comunicados públicos. “En los testimonios aparece el no ser escuchadas, el ser amedrentadas para no denunciar o desestimadas por falta de pruebas. Sabemos que lo que pasa en un consultorio es de una intimidad absoluta, por eso esos abusos, que vulneran la confianza y la dependencia de cualquier paciente, son especialmente siniestros. Los dichos de Chinaski destaparon una olla que va mucho más allá”, aseguraron.
“Nos organizamos como Red para acompañar: primero para alojar testimonios, escuchar y acompañar a las víctimas, y visibilizar las prácticas. Publicamos informes interpelando a las instituciones, a la sociedad y al campo psicoanalítico, para que realice una revisión profunda de sus lógicas de formación y ejercicio”, relató a Página/12 Verónica Cardoso, integrante de la Red de Psicólogas y Psicoanalistas contra los Abusos y las Violencias Sexistas o Sexuales en el ámbito psi.
“La Red se formó en 2022, aunque comenzamos a nuclearnos desde 2019, a partir de una denuncia pública sobre un analista mediático”, explicó Cardoso, en referencia a un psicoanalista, filósofo y columnista de medios nacionales que enfrenta una causa por abuso sexual, mala praxis y abandono de persona. “La Red surgió como respuesta a una necesidad urgente: qué hacer con todos estos testimonios que nos llegaban desde distintos puntos del país, con relatos de abusos en el campo de la salud mental.” Los casos exceden el ámbito psicoanalítico: incluyen también psiquiatras y psicólogos de distintas orientaciones.
Un patrón de conducta
Muchos de los relatos, según las profesionales, comparten un mismo patrón: relaciones asimétricas de poder entre profesionales y pacientes, manipulación emocional, violencia simbólica y sexual, y un entorno institucional encubridor.
“En mi experiencia como docente de Psicología, Ética y Derechos Humanos en la UBA, escucho con cierta regularidad testimonios de estudiantes que relatan situaciones dilemáticas vinculadas a la ética profesional, entre ellas, casos de involucración sexual entre terapeutas y pacientes. Siempre son mujeres quienes relatan abusos por parte de analistas varones”, explicó el psicólogo Adelqui Del Do, especialista en Psicología Clínica.
Adelqui Del Do es tajante sobre los supuestos “grises” en la práctica: “No hay dificultad para identificar un abuso dentro del ámbito analítico. El analista sabe que si se involucra con un paciente más allá del marco terapéutico, lo daña. No hay posibilidad de que ese vínculo sea simétrico ni reparador: siempre deja huellas de desamparo y un déficit ético imposible de saldar. Además, nuestro código de ética lo prohíbe de manera explícita.”
A partir de la circulación del video de Chinaski, se produjo una explosión de relatos: una avalancha de testimonios en muy poco tiempo, con historias de crueldad, manipulación y vulneración de confianza.
“En el contexto psi, las jerarquías de género pueden volverse especialmente perversas porque manipulan la palabra de quien sufre y confía”, añadieron desde la Red.
“Queremos elaborar datos que sirvan para crear políticas públicas, protocolos institucionales y debates dentro del campo psi. Tratamos de dar sentido a esos relatos que las instituciones suelen negar o minimizar. La cantidad de testimonios confirma que las violencias dentro del ámbito psi son sistemáticas”, explicó Cardoso.
“Decimos que es un problema estructural, no excepciones cometidas por ‘malos profesionales’. El propio modo en que se organiza el campo psi reproduce jerarquías de poder, autoritarismos y silencios. En la formación profesional persisten relaciones verticales, la idealización del maestro y la falta de revisión de los vínculos transferenciales. Hay una ausencia total de dispositivos de control. Las instituciones que deberían cuidar encubren. En el contexto psi, las jerarquías de género pueden volverse especialmente perversas porque manipulan la palabra de quien sufre y confía”, añadieron desde la Red.
“Cuando alguien se comunica con la Red, sabemos que no está haciendo una denuncia judicial, sino buscando un espacio donde ser escuchada y creída. Algunas personas luego aportan su testimonio a causas judiciales o a los comités de ética de los colegios profesionales. A menudo preguntan si hay otros casos, porque los profesionales les hacen creer que están locas”, explicaron.
“Muchas prefieren no judicializar por miedo, por el costo subjetivo, o por la falta de pruebas en situaciones que ocurren entre cuatro paredes. En relaciones asimétricas, donde el profesional tiene las herramientas para psicopatologizar y desacreditar la palabra del paciente. Lo que buscamos desde la Red es que la ausencia de denuncia no se traduzca en silencio ni soledad.”
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