6 de octubre de 2025

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La doce, una forma de entender nuestro fútbol actual

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Acaba de publicarse una edición ampliada y actualizada de La Doce, de Gustavo Grabia, en el que se cuenta cómo la hinchada de Boca es un reflejo de lo que pasa en todas las canchas del país.

Once años después de la primera publicación de La Doce – La verdadera historia de la barra brava de Boca (Planeta), el periodista Gustavo Grabia presenta una nueva edición ampliada que es a la vez una continuidad de una historia repleta de hechos políticos y policiales vinculados al fútbol.

Si se cambian los nombres y colores, este libro bien podría aplicarse a cualquier club de la Argentina. Su lectura viene perfecta para entender estos tiempos violentos; incluso podría adaptarse a lo sucedido en la cancha de Independiente el 20 de agosto entre los barras locales y los de la Universidad de Chile.

«Sabemos que las barras –dice Grabia en diálogo con Página 12– manejan el negocio de la reventa de entradas, los trapitos, el merchandising ilegal y los puestos de comida y bebida. Hay mucha guita en juego. Y esa guita también se juega ratificando la imagen de poder».

Si la primera edición de La Doce terminaba con los cambios en el liderazgo y el alejamiento de Rafa Di Zeo, ahora el panorama es distinto. Di Zeo está de vuelta, pero no lidera en soledad. Lo acompaña Mauro Martín. Una suerte de sociedad siempre a punto de explotar. Pero a la vez obligada a funcionar si es que quieren mantenerse al frente de la hinchada más popular de Argentina.

En La Doce lo que hay es historia. Grabia nos recuerda los tiempos en que se inició la barra, cuando la popularidad del fútbol iba en crecimiento, con lo que eso significaba también para las tribunas. Los cánticos que empezaron como aliento y se convirtieron en negocio. Lo que cuenta Grabia es por demás violento. El lector se encontrará con hechos que parecen de ficción pero son reales, con barras capaces de cualquier cosa con tal de mantener sus privilegios. Escribe sobre el primer asesinato vinculado a la barra de Boca. Ocurrió el 2 de noviembre de 1924 en Montevideo, luego de un 0 a 0 entre Argentina y Uruguay, que con ese resultado fue campeón de la Copa América. En las calles, una pelea entre hinchas de ambas selecciones. Pedro Demby, un uruguayo de 22 años, murió por un disparo de arma de fuego. El sospechoso era un tal José Stella, conocido como Pepino El Camorrista y allegado al arquero de Boca Américo Tesorieri. Pero las investigaciones nunca avanzaron.

Con el tiempo, el crecimiento de la barra de Boca y su injerencia social se hizo imparable. Sobre todo desde los 70. Entonces aparecieron personajes violentos que aún son recordados con banderas en La Bombonera. Entre ellos, Quique el Carnicero y el Abuelo. Incluso –se recuerda en La Doce– hubo un apriete con arma de fuego en La Candela al plantel de Boca campeón de 1981, liderado por Diego Maradona.

Pero ninguno de esos barras logró la trascendencia de Rafael Di Zeo, cuya popularidad lo convirtió en poco menos que un rockstar que hasta llegó al colmo de firmar autógrafos. Hoy se prepara una serie sobre su vida. Estuvo preso, pero antes protagonizó hechos insólitos, como escaparse de un arresto poco antes de la llegada de la policía. Di Zeo, nos recuerda Grabia, siempre se jactó de sus contactos con el poder. En eso radica el control de una hinchada.

Detenido Di Zeo, su lugar fue ocupado por otro violento, Mauro Martín, quien hasta entonces era su ladero. Y cuando Martín fue preso, la cadena de mando también cambió. Pero a su liberación, tras tres años y debido a su «conducta ejemplar», según informó el Servicio Penitenciario Federal (SPF), Di Zeo volvió por su lugar en la tribuna. Pero no lo hizo sólo con violencia, sino también con estrategia. Nos cuenta Grabia: «Hoy los jefes (de La Doce) son Rafa y Mauro Martin. ¿Por qué sucedió eso? Porque ambos por separado no podían regresar y sacarle el poder a quien los sucedió, Cristian Debaux. Y una vez que unieron fuerzas entendieron que si peleaban entre ellos para quedarse uno sólo lo más probable es que perdieran los dos».

Para Grabia, la actualización de La Doce es el resultante de una charla con referentes de la editorial Planeta: «Querían un cambio, porque ya no era el mismo libro. Pasaron un montón de cosas desde el 2014 con esta barra que tuvo un uso intensivo de armas que dejaron víctimas fatales en toda su historia».

Entonces recordaremos la emboscada camino a Santa Fe, con alrededor de cuarenta tiradores apostados en un puente, cuando le dispararon a Mauro Martín y le perforaron el intestino. Sin embargo, se salvó en el hospital y a los pocos días estaba de nuevo en la tribuna.

No faltará la historia de otro peso pesado en la barra, Gustavo El Oso Pereyra, quien a sus 49 años murió acribillado en el departamento de su madre, en Claypole. Habrá menciones a Mauricio Macri (“es imposible no hablar de su relación con la barra”). Cada hecho está documentado por la lectura de las causas judiciales asentadas en todo el país.

«Hay una cultura del aguante que avala a los barras», dice Grabia al referir al crecimiento de las hinchadas y el apoyo de los hinchas en general. Y cuenta que la reventa de entradas puede rondar en los 150 dólares por cada una.

«El Abuelo le ganó la barra con su ‘ejército’ a Quique El Carnicero con un grupo de barras de distintos lugares, como Mataderos, Liniers, Villa Luro y Almirante Brown. Desde entonces, cada líder tuvo que cuidar su lugar de poder. Ahí comienza la época de las armas y las drogas», recuerda Grabia. Nos recuerda peleas a puños y con armas de fuego, robos de banderas, contactos políticos. «Di Zeo tiene los teléfonos del poder», dice Grabia. «El jugador es más un rehén que otra cosa», analiza.

Grafica sobre Di Zeo al contar que se casó con la secretaria privada del entonces gobernador Felipe Solá, que a su fiesta de casamiento, entre tanto poderoso, estuvo Diego Maradona, además del fiscal Carlos Stornelli. «Di Zeo es un empresario», ironiza ante este diario. «La última vez que hablé con él fue antes de la pandemia. Incluso le hice notas estando prófugo», aclara.

En La Doce también se lee sobre reuniones de barras con políticos; una de ellas en Pinamar. Alguna vez para cerrar liderazgos. También hay acuerdos con policías, referencias a la Fundación Número Doce para blanquear negocios turbios y vínculos con la hinchada de River. «Una barra que se convirtió en empresa», asegura Grabia. Restaurantes y alfajores que aluden a La Doce. Y la producción de la serie sobre la vida de Rafa Di Zeo.

Es, en definitiva, un libro al estilo El Padrino: historias de mafia que se ven en una cancha pero que suceden todos los días. Siempre en el bajomundo. Ese bajomundo con el que convivimos cada fin de semana.

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