6 de octubre de 2025

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La Forestal y La Casado: historias paralelas 

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Además de miseria y degradación ambiental, la devastación arbórea del Chaco Santafesino desde finales del Siglo 19 resultó ser el primero y más horrible ejemplo de sometimiento a intereses extranjeros, a la vez que repertorio de violencia y horror ante las mañas de la toma de deuda externa.

Asunto doloroso que llevó a esta columna a revisar la situación inmigratoria e industrial de finales de ese siglo y específicamente circa 1880. Y que interesa, obviamente, porque aún hoy se ven y se sufren conductas empresariales sobradas de mecanismos de dependencia y sometimiento que permiten abusos de poder y maltratos inhumanos, como suelen mostrar decenas de informes.

Es sabido que esto se repite en todo el planeta, y nadie ignora de buena fe que los abusos de muchas grandes multinacionales instaladas por el capitalismo de los llamados «países centrales» son prácticas habituales de dominación desde el siglo 16 y sobre todo a partir de los «descubrimientos» de riquísimos territorios en nuestra América y otros continentes.

Así, la historia de la presencia de la compañía británica La Forestal en los territorios santafesino y chaqueño ayuda a conocer, entender y repudiar un modo de funcionamiento de la sociedad mundial que no ha dejado de repetirse y que desde hace décadas se conoce como «globalización». Que es un modo de abuso que determina que puñados de individuos privilegiados y desalmados concentren las riquezas naturales producidas por grandes masas de trabajadores sometidos a malos tratos, explotación inhumana y desigual distribución de recursos. Lo que en las últimas décadas aceleró la destrucción del planeta, que al ritmo de explotación actual parece ya irrefrenable.

Es sabido que La Forestal fue un caso emblemático, pero mucho menos se sabe de ese otro gran emprendimiento, igualmente cuestionable, que hoy casi no se conoce fuera de la provincia de Santa Fe: La Carlos Casado, que fue el otro emporio industrial de similares explotaciones y que denunció hace décadas ese gran intelectual y escritor santafesino que fue Gastón Gori (1915 -2004), quien develó el nombre del empresario, latifundista y banquero español homónimo, cuya conducta extractiva fue tan devastadora como la de La Forestal.

Y explotaciones ambas que inducen a que en esta nota se procure visibilizar aspectos todavía desconocidos y/o distorsionados. Como los que se relacionan con esos dos grandes hitos de la Historia Negra santafesina, de hecho desconocidos para casi 50 millones de compatriotas y que en estos días de atropello pre-dictatorial –como queda claro cuando se aprecian las violentas conductas del actual presidente– bien podrían llamarse «liquidación de la Patria y no sin dolor» y que es urgente que todo el pueblo argentino conozca.

Eso es lo que explica, además, que prácticamente nadie conozca (y menos comprenda) el desempeño de La Carlos Casado, esa otra compañía cuya historia, personajes y comportamientos fueron casi idénticos a los de La Forestal.

La popularización de ambos casos de abusos y brutalidades empresariales fue extraordinaria hace medio siglo, a partir del estreno de la película Quebracho, de Alejandro Wülicher, estrenada en 1974 con enorme éxito y la cual fue vista por dos generaciones completas de argentinos/as, por lo menos. Pero éxito en clave irónica, claro está, ya que lamentablemente esos atropellos y crímenes filmados se deslucieron con el paso del tiempo a un ritmo que en países de flaca memoria, como el nuestro, sólo significan olvido.

Entrevistado para esta nota, el ingeniero agrónomo Fernando Martínez, jubilado que trabajó 42 años en el INTA, Región Pampeana Norte, enumeró diversos modos de trabajos «sueleros» (como se llama técnicamente a la conservación de suelos, que fue su especialidad y su pasión profesional). Rosarino de origen, trabajó en Casilda durante casi 50 años y se contactó con esta columna a partir de que, como dice él mismo, «de la británica La Forestal se sabe y se habla mucho, pero casi nada de La Carlos Casado, compañía de origen y capitales españoles que también tuvo un sórdido pasado».

Como fuere, la hoy adolorida y en veloz desguace República Argentina, en algunos asuntos está sumida en silencios que millones de compatriotas ignoran, sea por necedad o resentimiento. Así se explicaron siempre las sangrientas guerras civiles argentinas, con la llamada Guerra del Paraguay (en la que Brasil, Argentina y Uruguay destruyeron a esa nación) y con el perverso aniquilamiento fríamente organizado de pueblos originarios de la Pampa, la Patagonia, el Chaco y fácticamente de todas las provincias. Ya se sabe que la Historia Argentina es sangrienta y dolorosa, y acaso interminablemente.

Lo cierto es que hoy la Provincia de Santa Fe ofrece una inmejorable oportunidad de estudio y reflexión para comprender las relaciones causa-efecto que, destruyendo geografías y aniquilando a millares de seres humanos, construyeron la actual y degradada República Argentina de este siglo 21, asfixiada por una infame y ya infinita deuda externa que desespera a por lo menos dos terceras partes de la población que está sumida en la pobreza y encima ahora soportando una dictadura inconfesada que dirige un sujeto autoritario y antinacional pero al que todavía gran parte de la ciudadanía sigue crédula, suicida, necia y estúpidamente.

Martínez sostiene que «el sistema aplicado para producir en la pampa es la explotación agropecuaria, la cual, como su nombre indica, consiste en abusar y/o destruir el suelo. Así, en el Chaco santafesino llegamos tarde, pero con nuestra noble tierra pampeana (que aún se la aguanta) estamos a tiempo de cambiar ese sistema imbécil por la agricultura de conservación». Para lo cual hay que impedir que el agronegocio continúe definiendo qué y cómo hacer la agricultura más temprano o más tarde, porque así sólo llegaremos también al «desierto de gente» que nos dejó La Forestal.

El retraso es tan fenomenal como imposible de disimular. La Forestal es aún hoy y cada día más, un caso emblemático no sólo de la desdicha de la mayoría del pueblo santafesino, hoy abusado y sometido por mafias criminales vinculadas a los narco-poderes, y por eso son aproximadamente iguales las retóricas de los sucesivos gobiernos de las últimas decadas.

Además, son desoladoras las reiteradas ocultaciones que niegan reconocer las formas en que se operó por décadas en las pampas provinciales del norte y el sur santafesinos. Donde los más perversos e imaginativos mecanismos políticos se aplicaron –y se aplican todavía– bajo paraguas leguleyos que se ocupan de mantener intactas todas las estructuras del oculto poder narco, que casi nadie duda que va de la mano y es continuidad de las formas de explotación territorial en el subtropical Chaco Santafesino y en las templadas pampas del Centro y Sur provincial.

Aunque no se dice y se disimula inútilmente, el acaparamiento de la tierra en la Argentina es eje fundamental y núcleo inconfesado de la batalla cultural de esta Nación hoy desconcertada y en barata liquidación. Y cuadro, cabe reconocerlo, que explica contundentemente el problema mayor de esa suma perversa de infamias contra nuestra Patria: el ocultamiento patrimonial de las burguesías dominantes, la corrupción de la política, el comercio exterior, la entrega vil de las más extraordinarias riquezas naturales, y la entrega de todos los bienes comunes del pueblo de esta república, hoy ya de modo grosero e indisimulado donde las mayorías populares y sus viejas y orgullosas clases medias están sumidas en el desconcierto electoral y las rabias que en materia política siempre conducen a pésimos finales en tanto son productos de “la sabia organización de la ignorancia” como definió hace años Raúl Scalabrini Ortiz.

Lo cierto es que las regiones norte, centro y sur de la provincia de Santa Fe, y sus vecinas Chaco, Santiago del Estero, Entre Ríos, Formosa y las 3 provincias mesopotámicas, tuvieron recorridos históricos similares al punto que hoy presentan realidades regionales diferentes pero en las que en todos los casos el mecanismo de colonización (entrega de unidades de producción para trabajo familiar) se utilizó tempranamente luego de la batalla de Caseros en sectores de las provincias de Santa Fe y Entre Ríos, copiando el modelo estadounidense.

Este proyecto, incluido en las políticas de inmigración y colonización de la Confederación Argentina fue abandonado luego de la Batalla de Pavón, cuando el territorio se entregó en grandes unidades para que las trabajaran colonos arrendatarios, pero no en propiedad. El Centro de Santa Fe y parte del Sur provincial fueron, así, realmente colonizados pero con un modelo de ocupación territorial que resultó francamente minoritario frente a la cantidad de tierra entregada a grandes estancias de la Región Pampeana.

Aunque duele reconocerlo, sólo una parte minúscula de la población santafesina conoce, entiende y comprende qué significación tuvieron y tienen hoy en día La Forestal o la Casado. Y en las provincias de Santiago del Estero, Chaco y Formosa muchísimo menos. Es como si en ellas no existiera ese pasado ominoso, que malignamente fue y sigue siendo tapado y negado.

Cuando ya no quedan especies maderables el monte sufre el asalto final: talar para hacer carbón. Y sus pobladores, después, se van de los pueblos de la pampa gringa a las grandes ciudades, como Santa Fe y Rosario.

Lo que dejaron aquellas empresas es desolación, es no futuro. Porque si todos tenemos los mismos derechos, tendríamos que tener las mismas oportunidades, para así ser ciudadanos en igualdad. Contribuimos a la capitalización de otras sociedades transfiriéndoles recursos no renovables. Y así quitar la vegetación, que podría ser renovable, sencillamente destruye el suelo, que no es renovable en tiempos humanos. Los conquistadores no solo degradaron la vida de la sociedad cuando actuaron, sino que dejaron un pasivo ambiental que permanecerá por siglos.

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