En los últimos años la menopausia ingresó a la escena pública. Se empezó a hablar en medios, publicaciones, películas. Sin embargo, especialistas consideran que todavía sigue siendo un tabú porque es vista como un problema privado y a lo sumo médico a resolver más que un problema social en el que las políticas públicas tienen mucho que hacer para garantizar que las mujeres puedan atravesar esta etapa en mejores condiciones. En esta entrevista, dos sociólogas desbrozan el tema y proponen una nueva mirada. La menopausia, dicen, debe ser incluida en la educación sexual integral y en un plan integral de cuidados.
Mora Vinokur y Verónica Giordano son docentes de la UBA. Además, son investigadora, la primera, y becaria doctoral, la segunda, del Conicet. En ese marco escribieron el libro Sangrar mucho, poquito, nada. La menopausia desde una perspectiva integral del ciclo vital y los cuidados (Grupo Editor Universitario), una investigación sobre menopausia y climaterio que desarrollan desde 2021.
—Hace cuatro años en otra entrevista que hicimos sobre el tema, la idea principal fue que la menopausia sigue siendo un tabú, ¿qué cambió desde entonces?
V.G.: –Creo que aquella nota fue pionera. La diferencia que notamos es que en los últimos años creció mucho el interés por el tema, en el mundo y en nuestro país. Por ejemplo, hay más notas en los medios, también libros, y más voces provenientes del campo de la salud poniendo el tema en agenda con perspectivas novedosas.
Pero creemos que el tabú persiste. Todavía no contamos con una legislación que reconozca de manera integral esta experiencia ni que garantice derechos concretos para atravesar el climaterio en mejores condiciones. Hay proyectos en circulación, pero aún no hay dictamen definitivo.
Pero tabú no significa silencio. Al contrario, lejos de haber silencio en torno al tránsito por la menopausia, abundan los sentidos negativos, asociados a la vejez y a los cambios del cuerpo como síntomas de enfermedad.
–Comienzan el libro centradas en el lenguaje que se usa para hablar de menopausia, dicen que se habla de “calores”. Ustedes eligen hablar de menopausia y no de climaterio, ¿por qué?
M. V.: –En general, muchas personas se refieren a esta etapa de la vida como ‘los calores’. Consultamos a referentes de distintos países de América Latina y coinciden en que usualmente se nombra a la menopausia con esa expresión. También encontramos algunas otras expresiones ingeniosas: «los calores de Queta, que le sudan a una hasta las tetas”. El dicho proviene de un antiguo programa humorístico de radio de Colombia. En otras latitudes se usan expresiones como “el cambio” (the change) en Reino Unido. O “segunda primavera” en China. Incluso en nuestro país y en nuestra región en general, las comunidades indígenas la ven como un rito de pasaje. No existe la palabra menopausia.
La expresión “los calores” funciona como un eufemismo para evitar decir la palabra menopausia, como si fuera demasiado dura para los oídos de la sociedad. Pero al final lo que hace es seguir invisibilizándola y reduciendo todo un período de cambios vitales a un solo síntoma. Por eso, para nosotras es importante ponerle nombre, hablar de menopausia, hablar de climaterio, hablar de menstruación.
Para simplificar, decimos menopausia porque es la palabra que en el lenguaje cotidiano resuena más.
–Dicen que la invisibilización de la menopausia provoca estigmatización y desigualdades, ¿a qué se refieren?
V.G.: –Justamente esto tiene que ver con el tabú del que hablamos al principio, lejos de que no se hable de menopausia, cuando se la menciona suele aparecer cargada de estigmas. Eso hace que transitarla tenga una carga negativa muy pesada para muchas personas. Y esa carga se traduce en desigualdades concretas. Por ejemplo, en lo económico, en cuanto a la calidad de vida, siempre doy un ejemplo muy simple: en la consulta médica se recomiendan comer un yogur por día. En el contexto actual, no todas las personas pueden hacer frente a ese gasto. Entonces, aparece la desigualdad y la exclusión.
Y yendo aún más allá, en nuestro libro nos ocupamos de las mujeres, pero dejamos planteado que hay una gran deuda en el conocimiento y abordaje de la menopausia en relación a las diversidades sexo-genéricas. Un varón trans que menstrúa ya es un sujeto muy estigmatizado en nuestras sociedades, también sometido a múltiples capas de desigualdades. Si a ese sujeto que menstrúa le agregamos además la cuestión de la menopausia, el estigma y la desigualdad se multiplica.
Muchas mujeres no se animan a hablar, sufren relaciones sexuales dolorosas por desconocer o no tener acceso a información de calidad. También los propios médicos y médicas dejan de preguntar por la sexualidad en esta etapa y dejan de recomendar estudios específicos. Incluso, profesionales de la salud que entrevistamos señalaron que se observa que es alta la tasa de enfermedades de transmisión sexual en mujeres en climaterio justamente porque no se hacen los controles necesarios.
–¿Y de qué otras cosas falta hablar?
M.V.: Es importante hablar de tres aspectos: primero, que la menopausia tiene un costo; segundo, que ese costo se expresa en tiempo y dinero; y tercero, que ese costo se puede medir.
En relación al costo en dinero, lo vimos en la encuesta que hicimos con el equipo de investigación. Cuando preguntamos por los medicamentos y productos que utilizan, aparecieron suplementos de vitaminas (A, B, D, K, etc.), calcio y fijadores de calcio, magnesio, antidepresivos, melatonina para dormir, terapia de reemplazo hormonal, medicación para osteoporosis o sofocos, y otros tantos productos. No todas las personas recurren a todo eso, claro, pero incluso acceder a algunos implica dinero, tiempo para gestionar recetas o información segura, y pesa distinto en tu bolsillo según tengas o no obra social o cobertura privada.
También está el tiempo: se necesitan horas disponibles para ir a las consultas médicas, hacerse estudios, ejercicio físico, algo difícil en contextos de pluriempleo y de múltiples demandas de cuidado. Como sociólogas, trabajamos en la caracterización sociodemográfica de la población de mujeres entre 40-60 años, precisamente para poner de relieve este punto.
Y no solo se trata de cumplir con prácticas recomendadas, ir a consultas, hacerse estudios, ejercicio físico, sino que también en esta etapa muchas mujeres tienen múltiples responsabilidades de cuidado: de hijas e hijos, de nietas y nietos, pero también de madres, padres u otros familiares mayores que empiezan a necesitar acompañamiento. Es decir, se acumulan la aparición de nuevos cuidados propios y cuidados de otros. Y siguen estando los cuidados habituales: la casa, las mascotas, las plantas, en general tareas de las que se ocupan en mayor medida las mujeres de esta franja de edad.
V.G.: Por eso para nosotras es fundamental medir ese costo. Ya hay antecedentes: Ecofeminita, con quien trabajamos en nuestro equipo de investigación desde el inicio, diseñó una app para calcular el costo de la menstruación. La Dirección de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía del gobierno nacional anterior junto a la start up Wingu lanzaron la calculadora del costo de los cuidados, que lamentablemente hoy ya no existe porque el gobierno nacional actual desmanteló tanto esa dirección como la herramienta. Todos esos ejemplos muestran que se puede calcular el costo vinculado a la gestión de los ciclos de la vida. Y medirlo es ponerle números a la desigualdad.
–Dicen: “como la menopausia se refiere a cuerpos biológicamente no reproductivos, inexorablemente exige desanclar los cuidados de la función reproductiva. Este es un aspecto revolucionario.” ¿Pueden explicar esta afirmación?
V.G.: La incorporación de la menopausia en la agenda de los cuidados puede considerarse parte de una revolución, un cambio profundo. Históricamente, el cuerpo de las mujeres ha sido reducido a su función reproductiva, y por eso los cuidados se piensan y problematizan principalmente en relación con la maternidad y la familia. Hablar de menopausia es hablar de cuerpos que biológicamente ya no tienen capacidad para gestar y por lo tanto interpelan a la sociedad desde un lugar indiscutible: son cuerpos no reproductivos que exigen una mirada sobre los derechos sexuales posrreproductivos y los cuidados. Son cuerpos que agregan una instancia hasta ahora no considerada: entre las jóvenes adultas y las adultas mayores están estas mujeres en edad de climaterio. Toda una novedad, a tal punto que no tenemos una palabra para nombrar esta edad. Está en el medio, ¿mediana edad? ¿Edad media? Por todo esto decimos que es una revolución.
–Recién ahora se empieza hablar de la necesidad de que la menopausia también sea abordada por las políticas públicas ¿qué países son pioneros en el tema y qué políticas les parecen posibles de aplicar acá?
V.G.: Países pioneros en el tema son Inglaterra y España, que también cuentan con legislaciones y proyectos de ley. Sin embargo, estos proyectos no resultan tan fáciles de traspolar a Argentina. Se centran en la mujer trabajadora y proponen facilidades como ventiladores en los espacios de trabajo, uniformes de telas frescas o incluso días para descansar o realizar estudios médicos. En Argentina, más del 30% de las mujeres trabajan en la informalidad, por lo que una legislación así dejaría afuera a una parte importante de la población.
En nuestro equipo trabaja Li Yang, profesora e investigadora de una universidad de China. Con ella encontramos que a nivel nacional, en la Ley de la República Popular China sobre la Protección de los Derechos e Intereses de las Mujeres, revisada en 2022 y vigente desde 2023, se incluye la menopausia entre las etapas de la vida de las mujeres a las que el Estado debe prestar atención en salud y sobre las que debe difundir conocimientos. Específicamente, la ley menciona la menstruación, el embarazo, el parto, la lactancia y la menopausia. Es decir, una mirada integral.
Otro aspecto interesante de este país es que muchas de sus legislaciones incorporan la medicina tradicional china como parte de la gestión de la menopausia, lo que no solo incluye tratamiento con plantas, acupuntura y otras técnicas, sino también una mirada de salud preventiva.
–Ustedes dicen que el enfoque biomédico de la menopausia no es suficiente, ¿qué falta?
M.V.: El abordaje de la menopausia y el climaterio está casi exclusivamente circunscrito al campo de la salud y con un enfoque biomédico, que tiende a comprender los cuerpos desde una perspectiva universalista. Esta concepción deja de lado las particularidades culturales, sociales e históricas en las que el fenómeno ocurre. Por ejemplo, las experiencias y significados asociados a la menopausia no son los mismos en distintas generaciones ni en diferentes contextos socioeconómicos. Respecto a esto último, las condiciones materiales en que transitan las mujeres este período, como el acceso a servicios de salud, a redes de apoyo o a recursos económicos, inciden en cómo se experimenta y se nombra el climaterio. Es necesario un enfoque desde las Ciencias Sociales. Y este es nuestra aporte con nuestro libro.
El síntoma es la categoría médica utilizada para identificar la presencia de una enfermedad, y por lo tanto termina abonando la medicalización de la menopausia como única estrategia de cuidados. Además, al concebir la menopausia como una fase deficitaria, vinculada principalmente a la caída de los estrógenos, se promueve la medicalización, por ejemplo, de psicofármacos. Según el análisis de datos que realizamos a partir de la Encuesta Nacional de Consumo y Prácticas de Cuidado (ENCoPraC, 2022), el porcentaje de mujeres entre 40 y 60 años que reportó haber consumido tranquilizantes o estimulantes por prescripción médica al menos una vez en su vida es el más alto: 18%, porcentaje bastante más elevado que en el resto de la población.
Sin embargo, en el campo de la salud también existen otros puntos de vista. En nuestro equipo trabajamos junto a médicas ginecólogas y otras profesionales de la Universidad del Hospital Italiano de Buenos Aires. Es un equipo interdisciplinario que nos permite acercarnos al tema desde una perspectiva integral. En particular, la visión que en la Sección de Climaterio del Hospital Italiano proponen es muy afín a nuestra mirada de la menopausia desde una perspectiva del ciclo vital. Decimos que el enfoque biomédico no es suficiente, pero es necesario. Se trata de superar las antinomias y trabajar en conjunto.
–Ustedes encuentran una relación entre la menopausia y las desigualdades, sobre todo en relación a la economía y el trabajo…
M.V.: En el libro ofrecemos datos precisos sobre trabajo remunerado, tasas de pluriempleo, demanda de cuidados, y otras variables. Y nos preguntamos ¿con qué tiempo cuentan las personas para realizar las consultas médicas, cumplir con las recomendaciones sugeridas e incluso asimilar el significado del ingreso a nueva etapa del ciclo vital?
Por ejemplo, sabemos que 62 de cada 100 personas en edad de climaterio se encuentran dentro del 20% de la población con menores ingresos. Es decir, si las mujeres, en general, ya tienen menos ingresos que los varones, la menopausia se monta sobre esa desigualdad preexistente y termina constituyendo un nuevo factor de desigualdad económica.
–¿Cómo impacta el nivel socioeconómico?
V. G.: Por un lado, contar con ingresos suficientes para acceder a las recomendaciones de medicamentos, así como a ciertos alimentos o servicios profesionales, permite transitar el climaterio con mejores condiciones de salud y bienestar. Por otro lado, el tiempo es una variable fundamental: poder delegar las tareas de cuidado habilita la posibilidad de destinar tiempo propio a los controles médicos, a la actividad física o incluso al descanso.
Contar con un trabajo formal marca una diferencia: implica el acceso a derechos laborales básicos, como licencias médicas, obra social y aportes jubilatorios.
En contextos de bajos ingresos, con trabajos informales y una fuerte carga de responsabilidades de cuidado, transitar la menopausia constituye un factor que profundiza las desigualdades. Esto refuerza las brechas de género ya existentes e impacta de manera muy diferente en la forma de atravesar esta etapa del ciclo vital.
–Al final, proponen hablar de menopausia cuando se habla de menstruación ¿por qué?
V.G.: Buena parte del tránsito “hasta la menopausia” ocurre en la fase en la que el cuerpo atraviesa menstruaciones cíclicas (desde el climaterio, alrededor de los 40 años, hasta el día del último sangrado).
Entonces, ¿por qué no hablar de menopausia cuando hablamos de menstruación, si una parte importante de ese tránsito sucede mientras todavía menstruamos? Abordar el tema de esta manera también invita a promover el diálogo intergeneracional y aprendizajes mutuos, a identificar los sucesos que se van presentando a lo largo del ciclo vital y que adquieren distintas características según el momento, y a poner en palabras los silencios que históricamente han rodeado estas experiencias.
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