El fundador de Microsoft, Bill Gates, dejó atrás su discurso contra el cambio climático justo en la semana donde comenzó la Cumbre Climática de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Brasil. En un encuentro previo Antonio Gutierres, secretario general de la ONU, alarmó sobre la posibilidad de que no se cumpla con el Acuerdo de París de 2015, que proponía que el aumento de la temperatura media mundial no superara en más de 1,5 ºC al de la Revolución Industrial.
En una publicación llamada Duras verdades sobre el Clima (Tough Truths About Climate) el multimillonario estadounidense sostiene ahora que el planeta se concentró demasiado en reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y que se olvidó de paliar el sufrimiento humano a nivel económico y sanitario. De esta forma subrayó nuevas prioridades respecto al calentamiento global pero rechazó las alertas más contundentes contra este brutal fenómeno que afecta a la Tierra.
Gates dijo que el cambio climático todavía es un problema grave pero que no significará el fin de la humanidad, y apostó a que las innovaciones tecnológicas mitigarán los efectos negativos. En ese contexto, desvalorizando la lucha ambiental, Gates sostuvo que «si tuviera que elegir entre erradicar la malaria o reducir 0,1 grados el calor del planeta, elijo eliminar la malaria«.
Los nuevos planteos del desarrollador tecnológico consistieron en invertir en salud y desarrollo en los países más pobres, financiar tecnologías limpias más accesibles y enfocar los fondos climáticos en mejorar la vida humana inmediata. Todos ellos parecen ser aspectos para nada desdeñables, pero no hay sólidas explicaciones de cómo se haría ni certeza de que efectivamente sucederá. Su conclusión final de todas formas recayó en que «cada décima de grado importa, pero también importa que millones de personas puedan sobrevivir hoy».
La falsa dicotomía de Bill Gates
Los políticos, científicos y activistas contra el cambio climático cuestionaron el paso atrás que dio Bill Gates en una de las temáticas más importantes para el planeta en pleno siglo XXI. La ex presidenta de Irlanda, Mary Robinson, cuestionó al estadounidense ya que «la idea de que el mundo debe elegir entre financiar el desarrollo y financiar la acción climática plantea erróneamente una situación de suma cero» y le recordó al empresario que «debería instar a más de los 3000 multimillonarios del mundo a financiar iniciativas climáticas, de salud y desarrollo, comenzando por los muchos multimillonarios que firmaron su compromiso de donaciones pero que no lo están cumpliendo«, en alusión al Compromiso de Donación de 2010. En este sentido, la europea consideró que el mismo Gates aún tiene otras opciones para seguir apoyando la causa ambiental y la del desarrollo global sin comprender que se deba tratar de una u otra.
El argumento de Bill Gates es el mismo con el que Donald Trump explicó la salida de Estados Unidos de los acuerdos internacionales contra la crisis climática planetaria: la importancia de atacar la pobreza y sostener el bienestar de las personas. Sin embargo, esto último no es algo que esté inescindido del calentamiento global justamente porque quienes más lo padecen son quienes menos recursos tienen, quienes debido a sus condiciones socioeconómicas se ven expuestos a contraer enfermades por vivir cerca de territorios o ríos contaminados, a quienes los fuertes temporales les derrumban sus domicilios y necesitan ayudas gubernamentales para sobrevivir ante cada desastre climático.
Además, la misma ciencia que Bill Gates destacó como una promesa para mitigar los efectos del cambio climático, también es la misma que defiende a los espacios naturales como los bosques, los humedales, los manglares y los océanos. Estos lugares, además de mejorar la calidad de vida de los habitantes, son reconocidos por absorber la mitad de las emisiones globales, por lo que su constante desmejora es en sí misma una aceleración del calentamiento global que generará peores condiciones de vida y promueve catástrofes naturales.
Si bien en el pasado Bill Gates fue una voz importante en la trascendencia del ambientalismo global, no pueden dejar de leerse sus palabras como las de una de las personas más ricas del planeta que nunca tendrá complicaciones o enfermedades por vivir cerca de un río como el Riachuelo, y que su vivienda nunca sufrirá el derrumbe de un árbol después de un temporal que no hubiera existido en otra época con la misma magnitud con la que sucede ahora. Pero aunque le quede lejano a él, la protección de la naturaleza y la justicia social no son prioridades contrapuestas, sino objetivos que se refuerzan mutuamente.
Algunos conceptos de Bill Gates pueden ser debatidos. Por ejemplo, porque en algunos casos asumir la catástrofe natural que devuelve y devolverá el planeta por la actividad humana puede tener un rol más paralizante que conmovedor. De todas formas, no pueden quedar dudas de que la eterna promesa que nunca llega de un desarrollo para el sur global no debe ser un límite a la acción conjunta en la lucha contra el calentamiento global.
Como lo aseguró Guterres en la COP30 que se lleva a cabo en estos días en Belém, Brasil, «cada fracción de grado significa más hambre, desplazamiento y pérdida, especialmente para los que menos responsabilidad tuvieron». Esto ya sucede en África, uno de los continentes menos desarrollados y de los que más sufre el aumento de temperaturas, o en Oceanía, donde comienza a sentirse fuertemente la elevación del nivel del mar. En este sentido, y en la vereda opuesta a Gates, el secretario de Naciones Unidas advirtió que «no hay más tiempo para negociaciones, es tiempo de implementar, implementar e implementar».
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