6 de octubre de 2025

Radio Exa

Radio en vivo y mucho más

Los gigantes del Pleistoceno se extinguieron por los humanos

Compartir este contenido

Los arqueólogos argentinos Luciano Prates, Iván Pérez –investigadores principales del Conicet– y Matías Medina –investigador independiente– descubrieron que la extinción de la megafauna pleistocénica hace 11.600 años ocurrió debido a la caza humana de estas especies. El trabajo resultó de tal importancia que fue publicado en la prestigiosa revista científica Science Advances.

La megafauna pleistocénica estaba integrada por mamíferos de importante tamaño que se extinguieron repentinamente, sobre todo en el amplio continente americano. Estos animales se caracterizaban por pesar desde más de 44 kilos hasta varias toneladas. Algunos de esos ejemplos son los perezosos, armadillos, esmilodontes (también conocidos como tigres diente de sable) y gonfotéridos (similares a los elefantes africanos) entre otros.

El primer paso

En comunicación con Página/12, Luciano Prates explicó que habitualmente se pensaba que la extinción de la antigua megafauna se debía a un cambio climático. «Acá en Sudamérica se tendió a pensar que el clima era lo principal porque se asumió que la megafauna, 18.000 años después de que terminara la última glaciación, ya venía en decadencia» y que los humanos solo dieron «el golpe de gracia». 

Sin embargo, recordó que pusieron en duda la teoría con otro trabajo que él mismo publicó en Nature Communications hace cuatro años junto a Iván Pérez. Allí accedieron a más de 200 restos fechados sobre la megafauna en toda Sudamérica junto a sus datos carbónicos. Gracias a esto encontraron «que la megafauna no venía decayendo sino que colapsó de golpe hace 12.900 años». El derrumbe de estos grandes animales ocurrió por la llegada de una nueva tecnología de caza: unas nuevas puntas de lanza llamadas cola de pescado. «Es como una piedra. Es una punta de flecha pero más grande que las comunes», fue la descripción del arma letal que dio el investigador.

Otra parte de la investigación confirma, en palabras de Prates, que «donde estaba la mayor concentración de megafauna, estaba la mayor concentración de puntas cola de pescado». Esto tuvo lugar en los actuales territorios de «las pampas de Argentina, las pampas del sur de Brasil, y las pampas de Uruguay, junto a las pampas de Chile y el sur de la Patagonia». De esta forma los investigadores argentinos concluyeron que «estos humanos temprano fueron a establecerse en los lugares donde había megafauna», por lo que finalmente la extinguieron a causa de su dieta, su estilo de vida y la transformación de los lugares que habitaron.

La actualización

Luego de ese trabajo, Prates sostiene que no se publicó otro que refute las conclusiones a las que ellos llegaron. De todas formas sí hubo esbozos de hipótesis que proponían diferentes posibilidades dado que lo encontrado en campamentos humanos de hace más de 10.000 años eran mayormente restos de guanacos y de otros animales pequeños, lo que ubicaba a la megafauna como secundaria en la alimentación de las antiguas poblaciones.

Con la incorporación de Matías Medina para este trabajo, los tres investigadores se predispusieron a mejorar la anterior publicación y pusieron la lupa en el momento de la extinción. «La megafauna comienza a extinguirse en los 12.900, en los 12.000 está prácticamente extinguida y en los 11.600 directamente ya no había», explica Prates, por lo que había que priorizar la búsqueda desde hace 11.600 años hacia el pasado, y no para el futuro, acercándose a hace 10.000 años. En ese caso para el investigador se estaría cayendo en «un error de interpretación porque no había más megafauna» hacia 10.000 años.

Con este eje ordenaron el nuevo trabajo, en el cual Prates, Pérez y Medina solo tomaron datos de hace 11.500 años hasta hace 12.900 años. Las pruebas ahora fueron recolectadas solo en 20 campamentos. «En 18 tenían megafauna y 13 de ellos tenían evidencia incontrastable de que la consumieron con marcas de corte en los huesos», indica el entrevistado, demostrando la importancia de acortar el período estudiado. Finalmente se descubrió que las especies más cazadas en los actuales territorios de Argentina y Chile fueron el megaterio, el equus –similar al caballo–, el perezoso milodón, el hippidio saldiasi –otro pariente equino–, y los gonfotéridos. Esto se correspondió con que las megafaunas eran cazadas en las tierras que más habitaban.

De esta forma, el arqueólogo no olvida mencionar que este nuevo avance científico fue realizado gracias a una mayor precisión en los datos fechados y sostiene que «las ideas de nuestros colegas que pensaban lo contrario fueron como nuestro insumo para para poder explicar mejor lo que ocurrió» y enfatiza que el propósito de su trabajo no es estudiar la extinción en sí misma, sino las causs de la extinción, ya que se trata del «primer caso de extinciones masivas producidas por humanos».

La ciencia argentina no frena

Pratest también destacó que publicar en Science Advances no está al alcance de todos los investigadores, y menos en un momento de ajuste a la ciencia argentina como ocurre desde la asunción de Javier Milei. «Es un espacio donde se necesita mucha plata. Son revistas muy exigentes y es difícil publicar si no tenés un volumen de datos respaldado económicamente. La calidad del trabajo requiere datos difíciles de conseguir sin buena financiación», aseguró Prates.

«En este escenario nos tuvimos que dar maña para usar información ya generada porque no podíamos hacer nuevos fechados de todo», explica Prates, que reivindica que «potenciamos toda la información disponible para generar una idea novedosa capaz de ser publicada» en una influyente revista. De esta forma, el trabajo de Luciano Prates, Iván Pérez y Matías Medina aparece como una nueva demostración de que el nivel de los científicos argentinos está a la altura de los mejortes del mundo y que podrían ser más productivos y competitivos con una mayor inversión estatal para la investigación, tanto en ciencias básicas como aplicadas.

Justamente, para referirse a la importancia de las ciencias de base, usualmente a la sombra de las ciencias de aplicación, Prates expresó que «la ciencia aplicada es inviable sin ciencia básica» del mismo modo que «el cine taquillero no es posible sin cine de autor», recordado las respuestas a Guillermo Francella tras criticar las películas de cine de baja taquilla. «La ciencia es un ecosistema que que no es posible que funcione bien sin todas las piezas, o sea, sin las ciencias básicas y las ciencias aplicadas», concluyó .

Informe: Juan Martín Bravo.

source

Compartir este contenido