Thiago Messi tiene 12 años. Su papá Lionel, que el 24 de junio cumplió 38, tenía solo seis más que él cuando jugó su primer partido con la Selección Mayor en Argentina. Aquella noche inolvidable, había llegado, por fin, para el astro rosarino.
Después del amistoso ante un seleccionado paraguayo sub-20 que permitió que Argentina lo fichara entre sus filas para que Messi ya no pudiera jugar con ninguna otra camiseta nacional que no fuera la celeste y blanca -ese día, en 2004, ganaron 8 a 0 y él hizo un gol-, después del Sudamericano sub-20 en Colombia del año siguiente, después de marcar el primero de sus 765 goles oficiales a nivel clubes (entonces fue para el Barcelona en un partido contra Albacete), después de consagrarse campeón en el Mundial sub-20 en Países Bajos (su primer título con la Selección, que coronó como goleador y con el premio al mejor jugador), después de su debut en un amistoso con la Mayor ante Hungría -fue victoria 2 a 1, recibió su primer pase de parte de Lionel Scaloni, quien sería su entrenador en la anhelada conquista de Qatar 2022, y lo echaron antes del minuto de su ingreso por un supuesto codazo-, después de su estreno oficial por los puntos entrando desde el banco ante Paraguay y jugando 10 minutos, por las Eliminatorias Sudamericanas rumbo a la Copa del Mundo de 2006. Tras esa ráfaga intensa y fugaz de su biografía, había llegado un día inolvidable para toda una Argentina que vería, por primera vez delante de sus ojos y con el primer seleccionado nacional, al futbolista que deslumbraría al planeta con su zurda mágica: sería, también, la persona elegida para comandar sus ilusiones de volver a ganar un Mundial. Un día soñado, muy especialmente, por su familia y por el propio Messi, quien a los 13 años y persiguiendo su sueño con el fútbol, había dejado su país… Sin olvidarlo jamás.
2005, el partido más esperado
Messi, quien anunció hace una semana que el de este jueves será su último partido con la Selección en Argentina por las Eliminatorias, se aventuró aquel día en su primera vez como titular con la Mayor. El domingo nueve de octubre de 2005 saltó al campo del Monumental con la camiseta 19 y una cara dibujada de ilusiones y, todavía, de pícara niñez. Grandes protagonistas de la historia del fútbol nacional lo acompañaron a lucir la casaca albiceleste en esa jornada tan especial y hoy siguen guiando en el deporte más popular desde otro lugar; de los 18 jugadores convocados por José Pekerman para ese partido ante Perú, 13 se desempeñan por estos días en cargos principales vinculados al fútbol: tres son parte del cuerpo técnico campeón del mundo (Roberto Ayala, Walter Samuel y Pablo Aimar), seis son directores técnicos actualmente (Gabriel Milito en Chivas, el ‘Kily’ González en Platense, Hernán Crespo en San Pablo, Carlos Tevez en Talleres y Sebastián Battaglia y Martín Demichelis, quienes se quedaron sin trabajo recientemente tras su paso por San Miguel y Monterrey, respectivamente), otros tres son entrenadores asistentes (Fabricio Coloccini en Nexaca, Lucho González en Porto y Leo Franco en el Atlético de Madrid B), y uno es el presidente de Boca (Juan Román Riquelme). En el seleccionado peruano, que llegaba a esa fecha de la clasificación sudamericana ya sin chances de llegar al Mundial de Alemania, aparecía entre los titulares el único otro futbolista de aquel partido que todavía, junto a Messi, sigue jugando actualmente: Paolo Guerrero, histórico de la Bicolor, actual capitán de Alianza Lima y el más peligroso de los visitantes ese día.
Quien sería capitán de la tercera estrella argentina fue, junto a Riquelme, el más ovacionado en Núñez durante el partido que fue la despedida de la Selección en su país antes de viajar a Alemania, cita para la que ya estaba clasificada. A Messi, que sería el más punzante ese día ante los peruanos, los ojos se le escapan mientras suena el himno, vaya una a saber qué miran, imposible adivinar qué piensan, qué madura en la cabecita de esa primigenia versión del mejor jugador del mundo en su debut como titular con la Mayor en el país que lo había visto nacer y forjarse su personalidad, sus amigos, su universo.
Una de las primeras acciones del rosarino fue a los 21 minutos, cuando se sacó de encima a un rival y remató desde afuera del área; su tiro se desvió en un defensor y Juampi Sorín metió un gran cabezazo que el arquero peruano mandó al córner.
El segundo tiempo traería lo mejor de Messi. A los 73, se animó con un remate que se fue lejos y, solo un minuto después, se asoció con Riquelme y sacó un disparo fuerte entre dos defensores, que tenía destino de arco pero se desvió. En la acción siguiente, a los 76, llegaría la primera de sus 61 asistencias con la Selección, una estadística que marca la generosidad del mágico capitán argentino. Riquelme probó de media distancia, el arquero dio rebote y enseguida tuvo que derribar a Messi para frenar su camino al arco con la pelota controlada. Penal clarísimo. Mientras Román tomaba la pelota en su camino a los doce pasos, Leo tomaba agua de una botellita; todavía no era el dueño de los penales. Ucronía messiánica: si el rosarino hubiera pateado y convertido, habría marcado ese mismo día su primer tanto con la Mayor en nuestras tierras y no habría debido esperar tres años y dos días más para gritar un gol en Argentina con el máximo seleccionado nacional. Pero la Historia es una: Riquelme marcó el 1-0 y el primero de los 112 goles de Messi, esos que lo erigen como el máximo goleador histórico de la Selección, habría de esperar.
Apenas un cuarto de hora después, Messi inició el 2-0. El crack de entonces 18 años arrancó una linda jugada por derecha que trianguló con Tévez y Mario Santana y terminó con el defensor peruano Luis Guadalupe mandándola en contra de su propio arco para sellar el marcador definitivo. El entonces jugador del Barcelona se abrazaba con sus compañeros en el festejo del último gol del partido. Había dejado su huella, apenas un esbozo de las innumerables alegrías que su presencia le traería a nuestro país, especialmente jugando en Argentina, donde hizo la mayoría de goles con la Albiceleste (33), entre ellos cuatro de sus siete hat-tricks (ante Haití y Curazao por amistosos y dos veces ante Bolivia por Eliminatorias).
2025, el último baile en Argentina
Página/12 hizo una exhaustiva cobertura de aquella noche histórica. Mientras que el periodista Facundo Martínez destacó en su emotiva crónica los “buenos piques de Messi que, aunque en estado embrionario, hicieron recordar a Maradona jugador», la descripción detallada de la actuación del astro nacional ante Perú fue una producción de Ariel Greco: «Messi no defraudó. No sintió ningún tipo de presión y exhibió las cualidades que lo distinguen, con un pique corto indescifrable para los defensores. Cada vez que se animó a encarar, lo hizo con valentía y se expuso a los golpes de los adversarios». Finalmente, el comentario del partido estuvo a cargo de Juan José Panno, quien calificó a Messi y a “su gambeta endiablada» con un 7, el máximo puntaje de la Selección compartido aquel día con Riquelme, y auguró el desenlace de la historia del rosarino con la camiseta Albiceleste. ”Un triunfo que no hará historia -reflexionó-. No quedó mucho para el recuerdo. Apenas el mojón de la entrada como titular de Messi. El kilómetro cero del camino de la consagración definitiva».
Argentina recibirá este jueves a Venezuela, desde las 20.30, en el mismo escenario que hace casi 20 años cobijó el primer juego como titular de quien sería el tercer capitán campeón del mundo del fútbol argentino. Disputará allí su encuentro 194º con la Selección Mayor, esa con la que el azar quiso que cumpliera el partido número mil de su gloriosa carrera profesional, esa en la que alzó 46 trofeos que lo convirtieron en el jugador más laureado en la historia del fútbol, dueño entre otros títulos de dos Copas América, un Mundial, una medalla de oro olímpica, cuatro Champions League y 12 ligas nacionales europeas. Dijo Messi el máximo goleador nacional en Mundiales (13 gritos), Messi el jugador con más presencias en la historia de las Copas del Mundo (26 partidos), Messi el arquitecto hacedor de maravillas con su zurda, y a la vez destructor con ella de incontables récords dorados del fútbol… Dijo Messi el hombre el mago el tenaz, que este puede ser su último baile en Argentina con la Selección. Con los ojos que se nos escapan -vaya una a saber qué miran, imposible adivinar qué piensan-, con la respiración que se entrecorta al verlo pisar nuestra tierra y el corazón que late veloz mientras da sus últimos pases, pasos, piques, vuelos y maravillas aquí, con el cuerpo todo estallando porque empieza a dibujarse su final en el fútbol, solo nos queda, a nosotros los privilegiados, un horizonte único: disfrutarlo una vez más, de cerquita, casi oliéndolo, casi oyéndolo respirar, casi devolviéndole una pared de gratitud imposible y torpe, pero eterna y conmovida.
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