Desde que era pequeña, la directora y guionista argentina Lorena Muñoz escuchó la historia fragmentada. Un secreto muy bien guardado por su familia, contado solo por las mujeres de generación en generación, en voz baja y con vergüenza. ¿Qué les había pasado a su bisabuela Antonia y a su tía abuela Aurora? El relato se remonta al año 1954 en Salduero, un pequeño pueblo del norte de España, conocido como uno de los más lindos de la región, donde viven menos de cien habitantes. Ese pueblo es el escenario del nuevo documental de Muñoz –«Suerte de Pinos»–, el más personal e íntimo donde a modo de un thriller, reconstruye el trágico final de sus ancestras, víctimas de un doble femicidio, un pasado que el pueblo se esfuerza por mantener en el olvido. El documental se estrenó en Buenos Aires el sábado en el Cine Arte Cacodelphia. Llega después de haber sido premiado en el BAFICI 2025, con la distinción GÉNERO DAC a la Mejor Directora y un recorrido por varios festivales.
La película arranca con un diálogo entre la directora y su madre, una mujer de 88 años, que se nota incómoda ante la cámara y el tema. “A mi mamá le produce mucha tristeza esta historia. Lo que nos pasó a nosotras es que las dos teníamos la misma información sobre lo que había sucedido en el año 1954, pero cuando fuimos al pueblo por primera vez, unos 25 años atrás, a ella los hechos le generaron mucha angustia y quiso de alguna manera apartarse y no saber nada más. A mí me pasó lo contrario. En realidad, a partir de que estuve en esos espacios y que comprendí un poco más, sumado a lo que me contaron algunos vecinos -los pocos que quisieron hablar- pude empezar a completar el rompecabezas. Y tuve una necesidad más grande de saber”, cuenta Muñoz a Página/12.
Muñoz es una de las cineastas más reconocidas del país, con una obra que cruza el documental y la ficción. Su carrera despegó con Yo no sé qué me han hecho tus ojos (2003), premiado en La Habana y en los Cóndor de Plata, y alcanzó masividad con Gilda, no me arrepiento de este amor (2016), protagonizada por Natalia Oreiro que superó el millón de espectadores. Desde entonces dirigió El Potro, lo mejor del amor (2018), series para HBO Max, Disney+ y Star+ como Dalma Maradona, la hija de D10S y Releyendo Mafalda, y el documental María Soledad, el fin del silencio (Netflix, 2024). Hoy trabaja en su tercer largometraje de ficción.
El comienzo
Muñoz quería develar el misterio alrededor de esas muertes violentas que resonaban en su familia. Pero durante años, a pesar de haber viajado varias veces al pueblo español, no pudo avanzar demasiado. En la investigación que venía haciendo había encontrado un aviso de 1954 de un diario de Soria, una ciudad cercana al pueblo de sus antepasados. “Ese aviso muy chiquito, una especie de edicto, informaba que un hombre había matado a tiros a su mujer y a su suegra, con el nombre de mi bisabuela y mi tía abuela mal escrito, porque decían Del Hoyo en lugar de La Hoz, que aparte es una herramienta, un arma de poder de alguna manera. El Hoyo, bueno, sin análisis posible”, dice la cineasta.
Ese recorte de diario fue lo que, finalmente, destrabó su investigación. Se lo mostró a un amigo suyo, investigador de cine y escritor español. “Me dijo que tuvo que haber existido un juicio y si hubo un juicio hay un expediente”, contó Muñoz. Su amigo pudo rastrearlo hace cinco años. Pero no se lo permitieron leer, aunque sí la sentencia, que tenía muchísimos más elementos de los que ella había logrado encontrar a lo largo de 15 años. “Lo que aportó el expediente fue muy importante: no sólo una propuesta de qué tipo de estética podía tener el documental; también me ayudó a tener una investigación que no tenía. Toda esa gente que dio su testimonio en el juicio, son los testigos directos del momento del doble femicidio que yo no podía entrevistar porque están muertos en su mayoría y si alguno queda vivo, se niega a hablar”, destaca Muñoz.
La producción
El primer viaje para conocer el pueblo de Salduero lo hizo con su madre, hacia fines de los 90. Coincidió con que ella empezaba a estudiar cine. Y a partir de ese momento fue tomando forma la historia, pero en esa época no pensaba que podía convertirse en película. Sí tenía conciencia de la importancia de ir guardando esos testimonios y las imágenes que iba recopilando, pero lo hacía para tener una especie de archivo familiar. Hizo una decena de viajes al pueblo y en cada uno iba tratando de rescatar algún testimonio o elemento que le hiciera comprender un poco más. A partir del hallazgo del expediente pudo completar la historia. Y ahí empezó otra búsqueda: la del financiamiento. El proyecto ganó varios fondos y premios, entre ellos uno para participar del Festival Cannes Doc, en 2022. “La película se pudo hacer gracias al Instituto Nacional de Cine y a Ibermedia, donde ganamos también el apoyo a la coproducción”.
–¿Cuándo tuvo el primer registro de este doble femicidio?
–En realidad, esta historia se contó siempre en mi familia de generación en generación, y yo recuerdo que mi abuela se la contaba a mi mamá, mi mamá nos la contaba a nosotros, yo se la conté a mis hijos y a mi sobrina. Era algo que se hablaba en los cumpleaños, en las fiestas familiares, en las navidades, siempre como un secreto muy bien guardado y del que tampoco había que profundizar mucho, como con cierto miedo a hablar, miedo quizás a que se repita y también a la incomprensión de lo que había sucedido. No había tampoco una forma de enterarnos o de investigar. Recuerdo que cuando era chica me hablaban de la casa de Salduero y del pueblo, que era un poco mágico, por lo que me contaban. La casa estuvo cerrada durante 70 años, casi abandonada. A mí se me generaba una imagen un poco fantástica sobre esa casa y ese pueblo. No terminaba de entender bien por qué no vivía ningún familiar ahí. No me acuerdo exactamente, pero entre los 15 y los 18 años me debo haber enterado del cuento un poco más completo.
Un dato que la sorprendió y se ve reflejado en la película es que en el pueblo español hubo mucha gente que hizo todo lo posible para que el documental no se hiciera. Uno de ellos fue el alcalde, pero también muchos vecinos que temían, tal vez, que esa historia oscura manchara el presente turístico de Salduero en la comunidad de Castilla y León. Claro que también hubo otros lugareños, los menos, que la ayudaron. “Cuando estrenamos en el Festival de Málaga, en la competencia de documentales, invitamos a tres vecinos del pueblo que nos ayudaron con la película. Y cuando la vieron, emocionados, uno de ellos se me acercó y me pidió perdón en nombre del pueblo. Pero la gente del pueblo que no colaboró, que intentó taparlo, creo que actuó así porque hay una especie de franquismo sociológico que se mantiene en toda la región, por no decir en España”, dice Muñoz.
Lo que más le costó no fue conseguir los fondos sino los encuentros con su mamá: tuvo que convencerla y tardó varios años, para poder filmarla en el diálogo que abre la película. “Ella me decía que no quería. Al final terminé explicándole por qué era tan importante para mí. Lo que le proponía era: “vos no tenés que decir otra cosa más que lo que pensás. No es que yo necesite que hagas un personaje o que te muestres de otra manera. Necesito que esto mismo que me decís a mí siempre, lo digas ante una cámara”. Le costó mucho ese proceso, igual la entiendo y por suerte en un acto enorme de amor, me ayudó y lo hizo”, contó la directora y guionista. El otro obstáculo grande fue que la justicia le permitiera el acceso al expediente: “Yo hablaba con otros archivos de otras zonas de España, Guadalajara, por ejemplo, y me decían, no entendemos por qué no te lo dan”.
Suerte de pinos es el proyecto más personal de Muñoz. Nunca –dice– se expuso tanto delante de las cámaras. Y esa fue una decisión que tomó porque después de los talleres y las tutorías que tuvo el proyecto, se dio cuenta de que resultaba interesante que ella estuviese al frente como un personaje, como la investigadora que verdaderamente es. “Porque todo lo que se ve en la película es lo que sucede día a día, es la investigación casi en tiempo real, así que tiene lógica. Pero para mí fue muy impactante. Creo que todavía hoy sigo pensando en cosas que pasaron a lo largo de la película. La lectura del expediente me hizo querer estar más cerca todavía de mi mamá. Siento que hay algo ahí entre ellas dos, entre mi bisabuela y su hija, y mi mamá y yo que nos vuelve fuertes y por eso decidí que la película terminara con nosotras juntas, unidas. Siento que no termino de procesarla del todo. Pero también estoy un poco cansada, siento que hay un nudo que se desató y que eso lleva tantos años de carga, el peso de no saber, que ahora fue como iluminar una zona que estaba oscura y que estuvo oscura 70 años. Es como si algo se desatara y quedara más suave, más liviano”.
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