En Argentina, se estima que se producen 50 mil infartos anuales y que el 26 por ciento de los fallecimientos se debe a enfermedades cardiovasculares. A nivel global, de acuerdo a las cifras de la Organización Mundial de la Salud, se calcula que mueren por este motivo casi 18 millones de personas cada año. Prevención, detección temprana y vida saludable constituyen el trípode sobre el que se asienta buena parte de las recomendaciones de los profesionales de la salud, para combatir a la causa de muerte número uno.
Según Adrián Baranchuk, presidente de la Sociedad Internacional para Holter y Electrocardiología No Invasiva, hay tres áreas en las que se debe mejorar. “Lo primero que se me viene a la cabeza es incrementar la actividad física. Nuestra sociedad nos está llevando a que paulatinamente estemos más tiempo sentados, más tiempo frente a una pantalla; que desarrollemos nuestro trabajo en ausencia de movimiento y que después rápidamente tengamos que volver a nuestros hogares a cumplimentar la vida familiar”. Y continúa: “La actividad física necesaria para mejorar el metabolismo cardiovascular se ha dejado de tener en cuenta. Tenemos que movernos más, caminar alrededor de la casa, alrededor de la cuadra”.
En segundo lugar, según Baranchuk, cada vez se tiene menos conciencia sobre la importancia de descansar. “La mínima cantidad de sueño por día es siete horas. Hay que ser estricto con eso. Hay que apagar los teléfonos, apagar las computadoras, apagar la tele y descansar con los ojos cerrados y dormir”, sostiene.
El último punto es el más conflictivo porque, según el especialista, incorpora como variable la condición social del individuo y la posibilidad de adquirir comida sana. “Recomendar una alimentación basada en frutas y verduras es muy fácil para alguien que puede comprarlas; pero es muy difícil de implementarlo en aquellos grupos sociales donde no hay recursos. Y es por eso que la salud y el Estado tienen que estar de la mano”, advierte.
Menopausia, punto de inflexión
Las enfermedades cardiovasculares suelen emerger con mayor frecuencia en las mujeres, en la medida en que el riesgo se incrementa con la menopausia: se calcula que una de cada tres fallece a causa de problemas en el corazón. A partir del momento en que se retira la menstruación, se reducen los niveles de estrógeno y ello provoca alteraciones en el colesterol, el incremento en la presión en las arterias y la acumulación de grasa. Como resultado, sobrevienen los infartos y las arritmias.
La sintomatología de las mujeres puede presentarse de una manera distinta a lo que sucede en los hombres. Por ejemplo, en el caso de los infartos, que comúnmente se identifican a partir de una fuerte presión en el pecho, los indicios pueden manifestarse en ellas a partir de dolor en el cuello, la mandíbula, los hombros, así como sudoración y fatiga inusuales. Diferencias a las que históricamente no se les prestó mucha atención.
Baranchuk señala al respecto: “Durante muchísimo tiempo, las molestias de pecho en las mujeres eran entendidas como fenómenos sistémicos. Se consideraba que estaban nerviosas, que no tenían ninguna enfermedad cardiovascular. Hoy, en cambio, sabemos que son prevalentes tanto en hombres como en mujeres, y que las mujeres posmenopáusicas que vienen a las guardias con dolor de pecho y falta de aire deben ser atendidas como pacientes que pueden tener un problema cardiovascular”.
Cada 29 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Corazón y los médicos de todo el planeta invitan a realizar consultas. Sobre todo, en individuos mayores de 40 años, la visita a un cardiólogo es necesaria para evitar cualquier problema en el futuro. La buena alimentación (para combatir la obesidad), la higiene de sueño, el ejercicio físico (para evitar el sedentarismo) y la vida social (para combatir el estrés) constituyen factores que se leen en cualquier manual de recomendaciones para sostener un corazón robusto.
Evitar el tabaco y el consumo de alcohol también suelen figurar como dos mandatos a cumplir. Los resultados, incluso, son inmediatos, tanto que el riesgo de tener una enfermedad cardíaca comienza a disminuir al día siguiente de haber dejado de fumar.
El cuerpo avisa
Ícono del amor, del valor, la razón, la fuerza y el sufrimiento, el corazón no es un órgano más. Con una arquitectura sencilla y formidable, esta fábrica de vida requiere de un cuidado particular, pues late nada menos que 115 mil veces al día (con un promedio de 80 veces por minuto) y 42 millones de veces al año. Colocar la lupa sobre este músculo –que es puro esfuerzo– resulta fundamental.
Un estudio reciente realizado por el centro estadounidense Northwestern Medicine y la Universidad de Yonsei en Corea del Sur advirtió que casi el 100 por ciento de los casos de individuos que sufrieron un infarto, un ictus (comúnmente conocido como accidente cerebrovascular) o una insuficiencia cardíaca presentaban un factor de riesgo cardiovascular por encima de lo óptimo antes de que ocurriera el evento.
El artículo, publicado en The Journal of the American College of Cardiology, analizó las historias clínicas de 9,3 millones de coreanos y 7 mil estadounidenses a lo largo de una década. Como resultado, el 99 por ciento de los pacientes tenía altos niveles de presión, colesterol, glucosa o tabaquismo. De aquí que el paper sirva para cuestionar la idea de que son fenómenos que ocurren sin previo aviso.
De todos, la hipertensión constituyó el factor más frecuente al estar presente como condición previa en el 95 por ciento de los pacientes coreanos y el 93 por ciento de los norteamericanos. Bajo esta premisa, si el cuerpo alerta antes de que un infarto, un ictus o una insuficiencia cardíaca sucedan, lo mejor será aprender a identificar las señales.
Como la mayoría no estudió para detectar lo que el organismo grita, lo mejor en este siglo XXI continúa siendo el contacto con el médico de confianza.
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